Nueva Esperanza: qué tiene de histórico el barrio más grande de Piura
Vengo de un barrio de en medio del desierto, y hoy quiero contarles cosas que he descubierto de él a lo largo de estos meses investigando.
¿Un barrio sin historia?
Nueva Esperanza, el asentamiento humano más grande de Piura , es particularmente árido porque está lejos del cauce del río Piura, lo que lo vuelve un lugar sin mayor apariencia de historia ni pueblos pasados.
Es importante que sepan que mi barrio no tiene una historia de largo plazo construida. Lo que sabemos es que se formó a principios de la década de 1960 sobre terrenos eriazos y basurales por iniciativa de migrantes de Ayabaca -sobre todo Montero y Paimas- y el Bajo Piura. Sin embargo, lo que yo he estado recopilando apunta a darle una historia mucho más compleja, rica e indígena, que hace a mis vecinos y familia herederos de una cultura que aprendió a domar un desierto como pocos pueblos en el Perú.
Coscomba, el desierto y los tallanes
El barrio se erigió sobre las tierras abandonadas aledañas a la hacienda Coscomba, que a su vez era el nombre de un pueblo indígena que formaba parte de los pueblos tallanes de la margen derecha del río Piura, y cuya capital cultural era Catacaos. Así, Coscomba como pueblo, que probablemente es anterior a la colonia, formaba parte de una sola ruta de pueblos tallanes junto a La Piedra, Paredones, La Legua, San Jacinto y Cumbibirá. Para que se note la cercanía entre uno y otros pueblos, y el emplazamiento actual de mi barrio, podemos ver en la primera imagen que Paredones está a solo 9 km. de Nueva Esperanza.

Coscomba, como pueblo indígena, aprovechaba que se trataba de una zona depresionada húmeda, que recibía aguas subterráneas del Chira y del Piura, que afloraban en la zona muy al ras de la tierra y que se convertían en lo que hoy conocemos como los Humedales de Santa Julia y la laguna de Coscomba -de churres siempre creímos que esa zona era húmeda por los desagües-. De hecho, sucesivas investigaciones arqueológicas en el área entre 1980 y 1995, hallaron una chacra hundida de aproximadamente 150 hectáreas, usada por los indígenas de Coscomba al menos a partir del Intermedio Tardío.


El milagro del agua
Para entender por qué un asentamiento humano tan grande fue factible en esa zona de Piura en la década de 1960, cuando era absolutamente NADA, debemos retornar a la idea de la chacra hundida: las primeras familias vieron posible la superviviencia en la zona, porque se podía obtener agua de la napa freática, y por eso gran parte de los sectores bebimos esa agua al menos hasta el 2004/2005, cuando el proyecto “Aguas de Curumuy” desvió aguas del río Chira para dotarnos de agua potable. Así, heredamos de los tallanes, sin saberlo, el aprovechamiento de la napa freática para sembrar vida en el desierto.
¿Pero qué fue de ese pueblo indígena? Existe escasa evidencia sobre su superviviencia, pero todo apunta a que realmente se trataba de un conjunto de temporales, cuyas familias estaban afincadas en los pueblos más grandes y con fuente de agua directa del río Piura, La Legua y Palo Parado, y que tenían en Coscomba tierras eriazas que empleaban para pequeñas campañas con ayuda de las aguas de la napa freática. En un texto de Reynaldo Moya, el historiador da indicios de la composición de propietarios de la zona, pues afirma que en 1901 el empresario alemán Federico Hilbck Schivemann solicitó al municipio provincial abrir un canal para regar la margen derecha del río Piura, donde había adquirido 150 hectáreas del fundo Coscomba -actual Parque Kurt Beer-.
También iban a poder irrigar parte de las 20 hectáreas de terrenos de ejidos del Concejo Provincial de Piura -actual Villa Perú Canadá-, una treintena de campesinos indígenas que en “La Legua” poseían en conjunto 120 hectáreas, el fundo de 145 hectáreas de los hermanos Arrunátegui, otras 30 hectáreas de varios indígenas, 80 hectáreas de propiedad de don Juan Ruidías y Francisco E. Helguero que conducían como arrendatarios indios de Catacaos, 100 hectáreas del fundo de don Luis Guzmán, 100 hectáreas de los hermanos Mendoza, 50 hectáreas de varios propietarios y otros; todo lo cual en conjunto sumaban 800 hectáreas que iban a ser beneficiadas con el nuevo canal.
Se inicia el Siglo XX, Reynaldo Moya.

Un proyecto hacendatario fracasado y Kurt Beer
¿Por qué la zona no prospera desde el punto de vista agrícola, y es hallada como una zona eriaza por los primeros migrantes de Nueva Esperanza? Moya ensaya una explicación, a todas luces convincente: como era una zona desértica, con el municipio como gran propietario, varios empresarios extranjeros o foráneos se habían apropiado del área a principio del Siglo XX, y buscaban recibir una parte del río Piura para enriquecerse con las tierras. Sin embargo, las comunidades indígenas de Catacaos y Sechura, que gozaban de un gran auge como agricultores en la margen izquierda -recordemos que el patriarca Calixto Romero se vuelve rico porque puede comerciar producción de los indígenas de Catacaos-, se opusieron rotundamente, porque la desviación del agua del río Piura hacia la margen derecha pondría en riesgo sus campañas, y porque solo serviría para enriquecer a propietarios advenedizos / no indígenas. De ese modo, mi barrio pasó de ser una suculenta posibilidad de expansión hacendataria a principios del XX a una suma de tierras sin mayor provecho que la agricultura de subsitencia, sobre todo de cítricos. La antropóloga María José Montoya ha elaborado una extensa investigación sobre la historia contemporánea del área correspondiente a Villa Perú Canadá.
Llegada la Reforma Agraria, y con la acelerada expansión urbana de la ciudad, el suizo Emilio Kurt Beer, quien administraba las tierras de los Hilbck en la década de 1940, concreta la donación al municipio provincial a principios de 1970 de la ex hacienda, con la condición de que el ayuntamiento lo convierta en un parque ecológico, misión que él ya estaba llevando a cabo desde 1960, cuando sembró un piloto de bosque. De los otros propietarios no hay mayor rastro en internet, pero es probable que hayan vendido sus partes a parceleros de la zona de La Legua o familias del mismo Coscomba sobre todo a partir de la década de 1940. Tenía un vecino que tenía tierras allá, así que prometo averiguar más con su familia cómo es que llega a adquirir estos terrenos.
Algodón nativo y naranja agria
¿Qué se sembraba? Informes del Ministerio de Agricultura de 1913 señalan que en la zona hay un importante crecimiento de algodón nativo -pardo-, mientras que el Journal of Economic Entomology de 1914 refiere que en la zona crecía en abundancia la prosopis juliflora, planta que aún existe en los vecindarios de Nueva Esperanza. Al ser una planta importada, y símbolo del progreso del Período Victoriano en zonas desérticas -las colonias inglesas la solían sembrar en tierras desérticas de la India para ganar tierras al médano y poder introducir nuevas plantas-, es probable que haya sido introducida por estos empresarios de principios del XX. El primer informe también sostiene que en la zona crece la Chamagra del Perú.
Sin embargo, un cultivo que me ha llamado la atención es el de la “naranja Coscomba”, una variedad de naranja al parecer endémica de la zona de Paredones y Coscomba, que se perfilaba como una fruta de posible industrialización en la época. Así, en los Anales de la Dirección de Fomento de 1914, se habla de ella, mientras un informe, dos años antes, de la misma dirección lanzaba la alerta de una plaga sobre hojas de naranjo de la zona.
Para redondear la relación histórica del barrio con las zonas indígenas, vale recordar que, debido a las características de la tierra, los indígenas de Simbilá, alfareros por excelencia, extraían el barro para la fabricación de sus vasijas de las tierras que poseían en Coscomba, así, Coscomba, como dije antes, parece haber sido el límite residual de la comunidad indígena de Catacaos.

Espero haber aportado un poquito, y que en el barrio se pueda hablar más de esto.
Gracias.